Les
presento a mi Maestro… Sai Baba de Shirdi
Luego
de abandonar “el dogma” me puse a buscar un maestro espiritual, apareció el
nombre de Sathya Sai Baba, por el año 2000; con muchas dudas, comencé a leer su
vida hasta que en una parte del libro apareció la imagen de Shirdi, Santo
musulmán, inmediatamente me sentí “uno” con él y aunque no sabía nada de su vida,
ni de sus enseñanzas, comencé a meditar en él, a nombrarlo para que me ayude en el
camino hacia el advaita. Él me acompaña en la enseñanza y el aprendizaje, todos
mis alumnos lo ven cada día a mi lado, “bien sentadito”, él me observa y me
enseña. Y… muchos dicen que tengo su mismo temperamento
enérgico y a veces insultante, por eso siempre le pido que me azote con su
vara. Jaja!!!
Espero
que les guste.
Nació
en un remoto pueblo llamado Parthi, Maharashtra, el 28 de Setiembre de 1835.
Gangabhavadiya,
su padre, después de su nacimiento, decidió retirarse al bosque. Su madre
Devagiramma, siguió a su marido; el niño fue abandonado al cuidado de la
naturaleza. Un pío musulmán y su esposa cuidaron del niño hasta la edad de
cuatro años, luego, lo entregaron a un maestro espiritual llamado Gopalrao
Deshmukh (conocido como Venkusa).
Durante doce años, hasta 1851, Baba estuvo en el ashram de Sri Venkusa.
Llegó
a Shirdi por primera vez, una noche de 1851, pero se marchó a los dos meses.
Regresó nuevamente a Shirdi en 1858 y permaneció allí por sesenta años.
Cuando
llegó por primera vez, era una entidad sin nombre, Uno de los que primero se le
aproximó se dirigió espontáneamente a él llamándole “Sai” (en persa Sa’ih,
Santo) “Baba” (padre, como reverencia, según lengua indo-aria) cumpliendo el
juego divino que lo inspiró a que lo llamase por su nombre. Sai Baba fue visto
por primera vez sentado bajo un árbol de neem (margosa) de cuyas frutas se
extrae el aceite de neem, su madera es muy parecida al caoba. Permaneció bajo
el árbol por un tiempo, hasta que, repentinamente, se marchó de Shirdi, para
regresar en 1858, hasta el día que dejó su cuerpo en octubre de 1918.
En
los primeros días de su estancia en Shirdi, pasó su tiempo vagando por los
alrededores
del
pueblo; desaparecía por largo tiempo en las frondosas junglas vecinas, para
luego regresar a sentarse bajo el árbol de margosa totalmente absorbido en sí
mismo.
Dicen
que una mujer Bayyaji Bai, profundamente motivada por este santo y su instinto
maternal, penetraba en la jungla, caminando muchas millas con una cesta llena
de comida en la cabeza, para llevarle alimento. A menudo encontraba a Sai Baba
sentado bajo algún árbol en profunda meditación, aquietado y sin moverse. La
mujer, se le acercaba silenciosamente, le servía la comida y regresaba a su
casa. Dicen que, por compasión a esta mujer, Sai dejó de andar y se instaló en
una mezquita dilapidada a las afueras del pueblo. Él se refirió a esta
mezquita, en la que residió hasta sus últimos días, como Dwarkamayi (Dwarka fue
el lugar donde el Señor Krishna residió para satisfacer su Divino Advenimiento)
Sai
Baba de Shirdi era corpulento y atlético. Amaba el canto y el baile. En esos
primeros años estaba acostumbrado a ir a “Takia”, el resguardo público nocturno
para los musulmanes que visitaban el pueblo. Allí, en compañía de devotos y
faquires, bailaba y cantaba en éxtasis divino, con pequeños cascabeles atados
alrededor de los tobillos. La mayoría de las canciones que cantaba eran en persa
ó árabe. Aunque algunas veces entonaba algunas canciones en Kabir.
Solía
vestir una camisa larga, (el Kafni) y una pieza de tela atada alrededor de su
cabeza, una pieza de saco como asiento y dormía sobre ella con un ladrillo como
almohada. Él siempre declaró que Fakiri (la santa pobreza) era muy superior a
la riqueza mundana. No era un faquir ordinario, sino un “Avatar” (encarnación
divina), pero su apariencia externa era la de un hombre simple, inculto,
malhumorado, enérgico, por momentos fiero e insultante, y en otros, lleno de
compasión y amor. En los instantes de mayor irritación, quienes le rodeaban pensaban
que su cólera era ingobernable. Pero su ira nunca le impidió actuar con
compasión. Su ira era, evidentemente, estaba dirigida hacia las fuerzas
invisibles que gobiernan la mente humana. Bajo la cobertura de la simplicidad,
transformó silenciosamente y liberó innumerables almas, tanto de seres humanos
como de animales, que eran atraídos hacia él.
Shirdi
Sai Baba pedía limosna y compartía lo que se le ofrecía con todo aquel que lo
rodeara, nunca guardó alimento alguno de reserva. Mantuvo el “Dhuni”, el fuego
sagrado perpetuo, y distribuyó sus cenizas, el “Udi”, como señal de divina
gracia a todos aquellos que se le acercaban pidiendo ayuda.
Pedía
dinero a sus devotos y lo distribuía entre los destituidos, los pobres y
enfermos, como método de probar el apego de los devotos a las cosas mundanas y
su voluntad para la renuncia.
Sai
Baba de Shirdi ejercía una doble consciencia, una que utilizaba el aparente “ego”
llamado Sai Baba, tratando con otros egos en asuntos temporales y espirituales,
y otra que, enteramente consideraba a todos los egos, como el Ego Universal.
Él
se mostraba como Dios de los hombres comunes, Vivía con ellos, comía y dormía,
con ellos. Baba poseía un adorable sentido del humor. Compartía el chillum (una
pipa de arcilla utilizada para fumar) indiscriminadamente con ellos, para
erradicar la superioridad dogmática, arraigada en sus mentes. No tenía pretensiones
de ningún tipo, mostrándose siempre jovial en presencia de niños. Cocinaba para
los faquires (místicos, ascetas, practicantes de ejercicios de mortificación,
para los musulmanes, la palabra significa Santo) y devotos.
Poco
a poco se hizo muy famoso y venían a pedir su gracia de todos los pueblos
aledaños. Él permaneció inmutable, imperturbable, inalterable y en esto yace su
gloria espiritual.
El
Dwarkamai de Sai era abierto a todos, al margen de casta, credo y religión;
solía decir:
"Sabka Malik Ek" (un
único Dios gobierna a todos) que remonta a sus raíces islámicas, más
precisamente al sufismo siempre pronunciaba “Alá Malik” Dios único protector.
Trabajó mucho para reconciliar al
hinduismo con el islam. Por ello en la mezquita se practicaban rituales de
estas dos religiones.
Pese a su temperamento, emanaba
de él inmensa energía de amor, que podía sentirse moviéndose de forma
misteriosa alrededor de él y del que estaba a su lado, ésta se recreaba más
allá de la comprensión del tiempo y espacio. Sus devotos no podían más que
admitir que sentían profundo amor, emanando de él.
Sai Baba de Shirdi dejó su cuerpo
mortal el 15 de octubre de 1918. Él mismo proclamó que se comunicaría, para
siempre, con todo aquél que le buscara con anhelo interno.
*Sathya
Narayana Raju Ratnakara, nacido en Puttaparthi, distrito de Anantapur, en 1929.
Se proclamó la encarnación de Sai Baba de Shirdi, adoptando su nombre, Sathya
Sai Baba en mayo de 1940, falleció el 24 de abril del 2011*
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