lunes, 16 de septiembre de 2013

Vigila tu mente


Progresando en la vida espiritual, comenzamos a buscar lo esencial; los maestros hablan mucho de la esencia; nos damos cuenta que, por las presiones de la sociedad y las propias necesidades del cuerpo, nos impide, siquiera llegar a comprender realmente qué es lo esencial. No podemos dejar de “desear” y tener miedo. No logramos obedecer a nuestros maestros, en algo tan simple como “dejar de pensar tanto”.

El maestro Nisargadatta Maharaj habla sobre este tema muy claramente:

Él dice que las imposiciones de la sociedad y las circunstancias no importan mucho, y es verdad porque ante cualquier situación, por lo general actuamos de forma mecánica, reacción a los impactos.

En cualquier situación bastaría con observarse a sí mismo, aislándonos de lo que está ocurriendo, nos daríamos cuenta de ello. Por ejemplo:

Cuando despertamos en la mañana, realizamos tareas mecánicas, nuestro buen humor se debe a si llueve o no, si hay agua caliente y si el café no se quema. Mecánicamente salimos de casa, siguiendo el mismo camino de siempre, etc. Todas tareas realizadas mecánicamente. Las reacciones son repetitivas al igual que el impacto. Si pudiéramos observar algún día la escena, sin identificarnos, sin adoptar el personaje, y atestiguáramos la película, seríamos más responsables con nosotros mismos.

Veríamos que el mundo no tiene el sentido que le damos, no nos ocuparíamos tanto de nuestros pensamientos, especialmente si dejamos de juzgar y de juzgarnos, sabríamos que la verdad es que ni el mundo, ni el pensamiento, verdaderamente existen. Lo único real es lo que no cambia. Si pudiéramos descubrir, qué parte de nosotros mismos no se modifica, no muta, no se altera, nos encaminaríamos hacia nuestra esencia.

Me encanta darles ejemplos prácticos y cotidianos para entender mejor al maestro Nisargadatta, con pequeñas historias:

 

Una muchacha llega de su trabajo, enojada porque en el subte la empujaron hacia afuera del vagón y tuvo que esperar otra formación. Antes de que eso pasara, estaba distraída pensando en lo que cenaría aquella noche, tratando de adivinar qué es lo que su heladera contenía. Al entrar, sintió muy vacío el departamento, oscuro, frío; prendió todas las luces y encendió las estufas mecánicamente; recordó su edad y sintió pena de sí misma por no tener una familia. Si hubiera tenido un hijo cuando estaba en pareja por lo menos no me sentiría tan sola, no sería la solterona de la familia, por qué cortó con su pareja de tantos años, por qué no aguantó, tal vez hubiera podido recomponer y ahora estaría con él. Mientras pensaba en esto, comió un tostado con café, frente al televisor; al final, antes de dormir hizo una lista sobre lo que tenía que hacer para ser feliz.  

 

Si leyéramos sin identificarnos con esta historia, lo primero que notaríamos que la muchacha no está viviendo su presente, o sea, que ni siquiera está en la escena. Ella recuerda, se emociona e imagina lo que le pudo haber sucedido. Posiblemente la mujer al ver el departamento oscuro y frío, añoró alguna escena del pasado. Los maestros nos enseñan a que lo que consideramos real, en verdad no lo es. Lo que la muchacha imagina sobre el hijo y la pareja, es imaginación y actuará según lo que imaginó, hizo una listo sobre lo que debía hacer (Tengo que buscar una pareja, tengo que tener un hijo, así los demás no me verán como la solterona, entonces seré feliz)

Ustedes me dirán que todo lo que se plantea esta señorita es real (¡Pero es así! Son proyectos)

No se trata de no proyectar, se debe programar, debemos disciplinarnos en el mundo, se debe defender la realidad; pero la realidad más elevada. No somos solo una corriente de acontecimientos; si la muchacha del relato no se hubiera perdido el subte, sus pensamientos hubieran sido otros, ¿Entonces ella sería otra? ¿Por qué defender la posición de que somos todo lo que imaginamos, lo que recordamos, lo que nos sucede?

El proceso mental es evidente en el cuentito de la chica del subte; una acción, despertó una reacción de enojo, la oscuridad y el frío, estimularon un recuerdo, se sintió sola infeliz, se convence a sí misma de que antes, con una pareja vivía mejor, fue desgraciada, culpable. La mente siempre relaciona un hecho con la experiencia de lo vivido, inmediatamente después, imagina. Todo basado en la experiencia, adicionando lo que se ve en la televisión, la cultura, etc., La niña termina con el listado de cosas que “tiene que hacer” basado en lo que pensó. En síntesis, creyó que lo que imaginaba, era la realidad.

Tómense un tiempo, para observar sus mentes. Pueden tomar el ejemplo de la muchacha del subte, ¿Qué pensaron cuando lo leían? ¿Se identificaron con ella? ¿Despertó en ustedes algún recuerdo propio, imaginaron otro final?

Bueno, eso mismo hacen ustedes a cada instante de sus vidas. Pero si no paramos a observar nuestros pensamientos, serán más fácil dejar de identificarnos.  

Si la joven del cuento, no hubiera creído que la pérdida del subte y la oscuridad del departamento, NO ERAN EN CONTRA SUYA. Ella no era la frustración, soledad, hambre, frío, soltería. Ella puede experimentar un sentimiento, NO ES UN SENTIMIENTO. Porque éstos cambian todo el tiempo, sin embargo, en todos estos años he hablado con personas que creen que son sus circunstancias, sus recuerdos, sus proyecciones, sus imaginaciones. Y mientras tanto, como la mujer del cuento, no ven su presente.

Experimenten “el testigo” observen la escena, sin juzgar, solo véanlo. Trabajen y observen. “denle al Cesar, lo que es del Cesar” y a ustedes lo de ustedes. Utilicen la mente  como instrumento, ustedes no son sus mentes.

Mientras observan sus pensamientos, cualquiera sea, pregúntense, ¿quién es el que ve estos pensamientos?

Es buen comienzo para ver vuestra esencia.
 
                                                                 Susana

                         

 

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