Progresando
en la vida espiritual, comenzamos a buscar lo esencial; los maestros hablan
mucho de la esencia; nos damos cuenta que, por las presiones de la sociedad y
las propias necesidades del cuerpo, nos impide, siquiera llegar a comprender
realmente qué es lo esencial. No podemos dejar de “desear” y tener miedo. No
logramos obedecer a nuestros maestros, en algo tan simple como “dejar de pensar
tanto”.
El
maestro Nisargadatta Maharaj habla sobre este tema muy claramente:
Él
dice que las imposiciones de la sociedad y las circunstancias no importan
mucho, y es verdad porque ante cualquier situación, por lo general actuamos de
forma mecánica, reacción a los impactos.
En
cualquier situación bastaría con observarse a sí mismo, aislándonos de lo que
está ocurriendo, nos daríamos cuenta de ello. Por ejemplo:
Cuando
despertamos en la mañana, realizamos tareas mecánicas, nuestro buen humor se
debe a si llueve o no, si hay agua caliente y si el café no se quema.
Mecánicamente salimos de casa, siguiendo el mismo camino de siempre, etc. Todas
tareas realizadas mecánicamente. Las reacciones son repetitivas al igual que el
impacto. Si pudiéramos observar algún día la escena, sin identificarnos, sin
adoptar el personaje, y atestiguáramos la película, seríamos más responsables
con nosotros mismos.
Veríamos
que el mundo no tiene el sentido que le damos, no nos ocuparíamos tanto de
nuestros pensamientos, especialmente si dejamos de juzgar y de juzgarnos,
sabríamos que la verdad es que ni el mundo, ni el pensamiento, verdaderamente
existen. Lo único real es lo que no cambia. Si pudiéramos descubrir, qué parte
de nosotros mismos no se modifica, no muta, no se altera, nos encaminaríamos hacia
nuestra esencia.
Me
encanta darles ejemplos prácticos y cotidianos para entender mejor al maestro
Nisargadatta, con pequeñas historias:
Una
muchacha llega de su trabajo, enojada porque en el subte la empujaron hacia
afuera del vagón y tuvo que esperar otra formación. Antes de que eso pasara,
estaba distraída pensando en lo que cenaría aquella noche, tratando de adivinar
qué es lo que su heladera contenía. Al entrar, sintió muy vacío el
departamento, oscuro, frío; prendió todas las luces y encendió las estufas
mecánicamente; recordó su edad y sintió pena de sí misma por no tener una
familia. Si hubiera tenido un hijo cuando estaba en pareja por lo menos no me
sentiría tan sola, no sería la solterona de la familia, por qué cortó con su
pareja de tantos años, por qué no aguantó, tal vez hubiera podido recomponer y
ahora estaría con él. Mientras pensaba en esto, comió un tostado con café,
frente al televisor; al final, antes de dormir hizo una lista sobre lo que
tenía que hacer para ser feliz.
Si
leyéramos sin identificarnos con esta historia, lo primero que notaríamos que
la muchacha no está viviendo su presente, o sea, que ni siquiera está en la
escena. Ella recuerda, se emociona e imagina lo que le pudo haber sucedido. Posiblemente
la mujer al ver el departamento oscuro y frío, añoró alguna escena del pasado. Los
maestros nos enseñan a que lo que consideramos real, en verdad no lo es. Lo que
la muchacha imagina sobre el hijo y la pareja, es imaginación y actuará según
lo que imaginó, hizo una listo sobre lo que debía hacer (Tengo que buscar una
pareja, tengo que tener un hijo, así los demás no me verán como la solterona,
entonces seré feliz)
Ustedes
me dirán que todo lo que se plantea esta señorita es real (¡Pero es así! Son proyectos)
No
se trata de no proyectar, se debe programar, debemos disciplinarnos en el
mundo, se debe defender la realidad; pero la realidad más elevada. No somos
solo una corriente de acontecimientos; si la muchacha del relato no se hubiera
perdido el subte, sus pensamientos hubieran sido otros, ¿Entonces ella sería
otra? ¿Por qué defender la posición de que somos todo lo que imaginamos, lo que
recordamos, lo que nos sucede?
El
proceso mental es evidente en el cuentito de la chica del subte; una acción,
despertó una reacción de enojo, la oscuridad y el frío, estimularon un
recuerdo, se sintió sola infeliz, se convence a sí misma de que antes, con una
pareja vivía mejor, fue desgraciada, culpable. La mente siempre relaciona un
hecho con la experiencia de lo vivido, inmediatamente después, imagina. Todo
basado en la experiencia, adicionando lo que se ve en la televisión, la
cultura, etc., La niña termina con el listado de cosas que “tiene que hacer”
basado en lo que pensó. En síntesis, creyó que lo que imaginaba, era la
realidad.
Tómense
un tiempo, para observar sus mentes. Pueden tomar el ejemplo de la muchacha del
subte, ¿Qué pensaron cuando lo leían? ¿Se identificaron con ella? ¿Despertó en
ustedes algún recuerdo propio, imaginaron otro final?
Bueno,
eso mismo hacen ustedes a cada instante de sus vidas. Pero si no paramos a
observar nuestros pensamientos, serán más fácil dejar de identificarnos.
Si
la joven del cuento, no hubiera creído que la pérdida del subte y la oscuridad
del departamento, NO ERAN EN CONTRA SUYA. Ella no era la frustración, soledad,
hambre, frío, soltería. Ella puede experimentar un sentimiento, NO ES UN
SENTIMIENTO. Porque éstos cambian todo el tiempo, sin embargo, en todos estos
años he hablado con personas que creen que son sus circunstancias, sus
recuerdos, sus proyecciones, sus imaginaciones. Y mientras tanto, como la mujer
del cuento, no ven su presente.
Experimenten
“el testigo” observen la escena, sin juzgar, solo véanlo. Trabajen y observen. “denle
al Cesar, lo que es del Cesar” y a ustedes lo de ustedes. Utilicen la
mente como instrumento, ustedes no son
sus mentes.
Mientras
observan sus pensamientos, cualquiera sea, pregúntense, ¿quién es el que ve
estos pensamientos?
Es
buen comienzo para ver vuestra esencia.
Susana
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