domingo, 1 de septiembre de 2013

Allí donde despiertan las almas


Esta es una novela que he escrito hace tiempo, se las iré publicando semanalmente, por si la quieren seguir. Saludos y Mucho Amor.
                                                         Susana.



Allí donde despiertan las almas

 

Se encontraba dando vueltas. Tomado de las manos, por esa gran Diosa, acariciado por su sari, que resplandecía bajo el sol del mediodía. Su madre, celosa, los observaba desde la oscuridad, con deseos de unírseles; de repente, la divinidad dejó de girar; la madre volvió a la cama y siguió llorando. Él solo se quedó parado observando hasta que los ojos se le cerraron, tiernamente fue elevado, primero, un sueño profundo de miles de vidas sucediéndose, alejándose. Muchos amaneceres y ocasos, ordenados en cajitas dentro del espacio reducido de todos esos mundos. Como levitando fue acercándose a un suelo extraño y fresco, sus mejillas reposaron finalmente sobre la tierra insolente y aunque no se atrevía a abrir los ojos, supo que era de noche, sintió la tristeza de muchos corazones que lo anhelaban en aquella otra tierra.

Se incorporó despacio, era raro no sentirse solo, había dejado atrás a sus seres queridos, a aquella diosa que le cerró los ojos y acunó su viaje.

En aquel lugar se podía ver la nostalgia abandonada por millones, que aterrizaban, tal como él lo hizo. Comenzó a caminar, era raro, estaba oscuro, pero podía verlo todo; bajo sus pies la grava parecía como de algodón, no hacía ni frio ni calor, el aire era tibio y consolador, como una de esas tardes de verano en el  jardín botánico, cuando paseaba dentro de su cochecito, abrazado a su conejito protector. Había personas aquí y allá, algunas pensativas, otras, medio aturdidas, todas sanas y tal vez relucientes.

De pronto recordó que alguna vez, no tan lejos, sintió dolor. Un hombre lo suficientemente mayor como para ser su abuelo, le preguntó si quería compañía. Dijo que sí y aprovechó para preguntar.

-¿Quién eres?-

-Aunque te parezca muy familiar, tú no me conoces.- Le respondió el Señor Amón, no quiso decirle que por indecisión lo estaba esperando.

-¿Dónde estamos? Se animó a decir, aunque muy dentro de él sabía la respuesta.-

-No te diré dónde estamos porque el lugar no tiene importancia, solo admitiré que mi misión es guiarte un tramo del camino.-
Amón le explicó que en ese lugar, no era obligatorio ni el dormir, ni el despertar; no existía ni la luna ni el sol, no eran necesarios; pero si por alguna razón él quisiera observarlos, solo tenía que pensar en ello.

                                                                                                                         1.-continuará

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