Cuando terminé la facultad ya
hacía dos años que estaba de novia. Hablé con mi pareja para empezar a
proyectar un futuro juntos, abrí una cuenta en el banco y comenzamos a juntar
dinero.
Pasó un año entero y cuando ya
habíamos juntado lo suficiente, decidí hablarle de la fiesta de casamiento. Mi
novio se mostró sorprendido y esquivo. Yo no podía comprender cómo él podía asombrarse
ante mi pedido. Habíamos hablado durante tres años sobre los proyectos,
teníamos suficiente dinero para la fiesta, el alquiler del departamento y la
luna de miel. ¿Cómo podía dar vuelta atrás?
Por supuesto, aquella noche,
no discutimos; me llevó a casa y se marchó apesadumbrado.
Al otro día fuimos a almorzar.
Me tomó de las manos y pidió disculpas por haberse mostrado insensible conmigo.
Fue explicándome como vivió él
todo nuestro noviazgo.
-Cuando nos conocimos-empezó
diciendo- nunca creí que amaría de tal manera. Y mientras más te conocía, más
me fui dando cuenta de que nunca había estado enamorado. Empecé a amar tu
libertad y a respetarla. Fui consciente de que, no importaba si me dejaras, yo
anhelaba tu felicidad, aún más allá de mí. Comencé a desear que crecieras como
individuo, nunca quise que te apegaras a mí. De pronto, me dices ¿Qué hemos
hecho proyectos juntos? No recordaba en qué momento hice proyectos de
casamiento contigo, más, vagamente, entendí que, todas aquellas veces en que yo
pensé que “imaginabas” toda una vida juntos, estabas incluyéndome sin preguntarme
si yo quería o no. El tema es que sí querría casarme contigo, formar una
familia y tener hijos, pero quisiera que primero me ames.
¿Estás enamorada de mí o solo
soy una pieza importante dentro de tus proyectos? Porque si es así, no seremos
felices, siempre exigirás que yo concrete tus deseos.
¿Qué hay de mi crecimiento
individual, realmente anhelas mi libertad? Porque si es así deberías
preguntarme, qué es lo que deseo. Yo te amo y sí quiero casarme contigo, pero
estoy convencido de que antes de casarnos, debes saber si has aprendido a
amarte y a amarme incondicionalmente.-
Mi novio, me hizo caer en la
realidad, de pronto, sentí que había caído a un gran abismo de preguntas que no
podía responder. Siempre imaginé su felicidad a mi lado, creí que me necesitaba
para ser feliz; Recordé que yo hacía y deshacía él solo me acompañaba.
Tenía razón, no sabía si lo
amaba. Me apegué a él y lo utilicé para realizar el sueño de los demás, ni
siquiera míos los planes. Se suponía que luego de recibirme, debería casarme,
luego tendría que tener hijos antes de los treinta y para esto tendría que dejar
de ser libre.
De pronto me sentí enamorada
de mi novio, como antes, al principio. No quería que hiciera nada por mí;
prometí trabajar para encontrarme y amarme a mí misma, primero. Que trataría de
compartir mi felicidad con él, si él quisiera esperarme. A amarlo sin que
hiciera nada por mí.
Aún estoy trabajando, de a
poco, voy experimentando el amor que brota desde mí, y ya no lo necesito tanto.
La gente que me rodea ya no influye en mis decisiones, el tiempo biológico ya
no me quita la eternidad y el éxito en el mundo no es mi meta.
Quiero amar y compartir mi
amor y mi libertad con mi novio. Seguimos juntos y sentimos amor eterno e
incondicional el uno por el otro.
Nota: Todas las parejas
deberían tener esta charla. Cuando deseen un futuro, recuerden a estos novios, ¿tratan
de realizar un mandato? ¿Realmente dejarán de Ser, si no cumplen con los
mandamientos sociales y paternos?
Amen a sus parejas
incondicionalmente, anhelen su libertad más allá de ustedes, trabajen para que
ése ser que comparte vuestras vidas, se encuentre. Encuéntrense con su Esencia.
El maestro Jesús dijo: “Al César
lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”
Progresen en el mundo, jueguen
con los personajes(profesión, maternidad, propiedad, familia) pero sepan que
más allá de estos personajes que viven, existe algo que no ha de cambiar nunca.
Ustedes. Ustedes existirán aún
sin experimentar ningún personaje.
Susana A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario