Moviéndonos entre las sombras, recorriendo recovecos de la vida, probando mil formulas para alcanzar la felicidad, andamos por esta tierra vagabunda.
A veces vislumbramos un destello de lo que buscamos, y como niños que juegan a la escondida, nos lanzamos tras ese duende travieso que nos llama; y cuando lo tenemos cerca, nos lo arrebata el cansancio, el aburrimiento, el vacío... Tristes escuchamos "el piedra libre" en nuestra alma; y con el paso cansado y los ojos vidriosos regresamos de nuevo a contar.
"Estos somos los reyes de la creación", minúsculos juguetes del destino, con la corona de la muerte en las cabezas y el cetro de la locura en las diestras.
Empecinados en conocer las minuciosidades del átomo, en explorar el cosmos, nos olvidamos de descubrirnos, de viajar por el mundo interno. A la deriva navegamos por mares de dudas, inquietudes, ansiedades, buscando el puerto que nos dé paz.
Esa paz que no puede estar más que en el fondo de cada uno de nosotros, eterna, inmutable, esperándonos...
Allí llegan las aves de alto vuelo que se desnudan ante el sol y dejan la mente en el nido.
Es tiempo de regresar a nosotros. Siempre es tiempo de buscarnos.
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