“Cualquier cosa, para cambiar,
debe pasar por la muerte, el oscurecimiento y la disolución”
“Lo que se niega a morir, no
puede renacer”
Nisargadatta
En los momentos más difíciles
es cuando me doy cuenta que con solo el conocimiento sobre la no- dualidad, no
sirve.
La voluntad que puse en mi
vida para poseer, cristalizó y fundamentó el temor a perder lo que obtuve. Es
tan vulnerable mi ego que quiere convencerme de que si desaparece lo que poseo,
yo misma desapareceré. Mi yo es pura forma y apariencia, rol, pensamiento y
sentimiento, cuando él deja de tener, intenta buscar otra posesión. De forma
vulnerable, mi ego imagina que mis posesiones me protegen, esto me hace tan
vulnerable como él mismo; hasta volverme un compendio de temores, a la muerte,
a la desprotección.
El mundo se volvió oscuro alrededor
y muchos egos pudieron llegar a mí porque “no dejé Ser, al Ser”.
Ya me había pasado, mi mente
superó la idea de la muerte con otro deseo. Olvidé que sin muerte no hay vida,
y viceversa, y una vida sustentada en la no aceptación de la muerte, no es
vida.
Entonces todo lo que me ha
acontecido, tiene un hermoso por qué; mi yo debe asumir conscientemente su
propia muerte, no como una experiencia lejana, sino como un latente instante,
muy presente. Si no acepto la muerte no puedo salirme del ego.
Es como pensar que poseo la
vida. Debo experimentar la nada misma antes de que mi cuerpo muera. Si lo asumo
habré de vivir en la no-dualidad.
Los maestros enseñan que se
debe morir antes de llegar a creer en la inmortalidad, la muerte del ego es el
gran paso, es morir en vida.
Cuando perdemos a alguien, lo
primero que aparece es un sentimiento de desprotección ante el mundo, podemos
culpar por el abandono, podemos victimizarnos por el cambio de rol en el mundo.
El ego toma este suceso, normal, y lo transforma en un caos de destrucción sin
remedio, inventa causas para no abandonar el personaje que se creyó y trata de
crear un rol nuevo, con mucha más fuerza. “El Ser, deja de ser”.
Debemos transitar estas
circunstancias con introspección y dejar que lo imperecedero resurja dentro de
nosotros.
Cuando perdemos un cuerpo
amado, creemos que todo de él se ha aniquilado, pero solo basta con utilizar la
memoria consciente para saber que ese Ser vive ya dentro de nosotros, el Ego
desea aniquilarlo, para tomar otro personaje que vague eternamente a través de
millones de vidas.
La muerte de un cuerpo amado
me ha enseñado, cuánto tengo que trabajar aún.
Entonces me he levantado y he
reído, con aquellas sonrisas que serán eternas, con todos aquellos hijos,
esposos, padres, maestros y hermanos que viven en mí. Cuando el deseo,
transforma el recuerdo en frustración recuerdo que el Ser no es un individuo,
somos todos.
Susana.
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