lunes, 26 de mayo de 2014

Shiva que protege a su shakti


Cuento para meditar


Hubo una vez una pareja de príncipes, que disfrutaba su amor plenamente.

Vivian en armonía y eran muy felices, habían pasado por buenos y malos momentos, siempre juntos.

El príncipe, cuando niño, había sufrido mucho; tuvo que soportar el abandono de su madre, quien lo había dejado en el campo, tuvo que comer de la basura, y robar frutas de arboles ajenos, comer cascaras y deshechos. Tuvo, también, una tia mala que lo avergonzaba cuando niño. El príncipe creció solo, sin poder creer más en las mujeres de su familia; creó solo su reino, en base a su bondad y dones especiales, soportando el boicot de su propia familia que quisieron impedir sus enseñanzas quemándole los libros.

Hasta que llegó una mujer que lo reconoció como persona, lo amó más allá de todo concepto. Lo hizo feliz.

Los príncipes tuvieron muchos dolores, en el camino perdieron a su primogénito y fueron culpados por tanto dolor.  

Ellos se preguntaron ¿Qué sentido tendría, culpar a los padres por la muerte de un hijo? No comprendieron la injusticia y se alejaron, para curarse, para cuidarse, para amarse. Al tiempo recuperaron la fe, gracias a su unión espiritual, que abarcaba todos los amores.

Cuando las heridas hubieron cicatrizado y no molestaron más que en días de melancolía, descubrieron que se habían convertido los dos en Uno Solo.

El príncipe se sentía feliz con su princesa, le prometió amor eterno, se ocupó de cuidarla y protegerla de las brujas malas que la acechaban y hasta el último día, en el que perdió el aliento de la vida, la amó intensamente. Él no quería irse, pero, el éxtasis que le causó la presencia de Dios era tan fuerte que decidió dejar el mundo.

Nada pudo hacer la princesa para retenerlo, se fue con ella a su lado, rodeado de todo su amor, besado hasta el último suspiro, venerado y llorado hasta la última lágrima.

Tanto ruego desesperado, hizo que el príncipe regalara una milagrosa mirada a su princesa, sus bellos ojos pardos le regalaron la paz que solo podría ver un alma noble.

Como en todos los cuentos… aparecieron las brujas; una vez que la princesa quedó desprotegida, las malvadas, comenzaron a culparla sobre la muerte del príncipe. Como cuando el primogénito había muerto.

La más joven de ellas sembró la culpa en el reino, y hasta una destronada (mezcla de ogro macho, súper inyectada de resentimientos viejos y básicos) injurió a la princesa y la destronó de su noble título. Se presentaron, las brujas en la corte, con todas las pompas y atiborradas de ignorancias instintivas, mentes enfermas de deseos de grandeza, mendigas ansiosas de aparentar un título de nobleza que jamás podrían lograr por meritos propios. ¡Ex carceleras de tal alma! ¿Cómo se podría ser más rústica?

Comenzaron a sembrar dudas en el reino, trataron de despojar de sus bienes a la princesa, tomaron el castillo de los príncipes y se adueñaron de sus posesiones. Todas las cartas de amor, los cuadros de los maestros, los libros preferidos de la pareja, el oro de algunos fieles; en fín convirtieron aquel templo de amor en una cueva de vampiros sedientos.

Se vistieron, las brujas, de princesas, pero… por más que trataron de convencer de su nobleza, hasta el plebeyo más joven se dio cuenta de sus verrugas y venenos.

Todo el reino comenzó a proteger a la princesa, las damas le dieron asilo en sus senos y los caballeros se encargaron de ahuyentar la ponzoña de las serpientes.

La princesa quería dejar el mundo e irse con sus dos hombres tan amados. No quería títulos ni reino, solo estar junto a ellos, mirarlos, tocarlos.

Ya no existía aquél que la supo proteger muy bien de las brujas; cuando ella quería creer en ellas, el mismo príncipe la alejaba de sus embrujos. Él sabía que sólo él podía contenerlas de su propia maldad; pero… sin la presencia de tal guerrero… todo el reino cayó en las fauces de los demonios. Hubieron algunos infieles de sucio espíritu, que se empaparon con el estiércol de las medusas. Es verdad que en una mente sucia no caben los buenos pensamientos y obraron de acuerdo a sus limitaciones.

Ajena de tal injusticia, la princesa solo quería huir a los brazos de sus príncipes. Sintió pesadumbre por lo desierto que quedó en su corazón, todo el castillo construido se desmoronó ante sus ojos, en tan solo uno escasos minutos, aquél que era su único amor viviente, se desvaneció sin aviso, sin compasión, resuelto a probarle que no era solo un cuerpo. No entendía nada, ella todavía seguía encerrada en el mundo.

Toda la corte asistió a la dama, cada uno, desde su puesto, luchó en contra de las brujas, hasta que éstas corrieron a esconderse en sus cuevas, por un tiempo, hasta terminar de masticar la próxima ración de veneno.

Hubo una en particular que lastimó letalmente a la princesa, se había disfrazado muchos años de “hermana del alma”, la princesa amaba a la bruja más joven, la creía justa y bondadosa, pero fue la peor de las ponzoñas, inoculaba su veneno por la espalda y mientras más clavaba el puñal, más sonreía. Se encargó de tejer telarañas alrededor de la princesa, tratando de poner a los súbditos del príncipe en su contra, culpando a la señora de sus propios pecados. La culparon de haber usurpado su propio reino y de adueñarse de sus propios bienes, pero habían sido ellas las que cometieron tales infamias. Agraviando al propio fallecido con sus actos. Amenazaron con mentiras que las deshonrarían por toda la eternidad. Porque solo ellas sabrán cual será el olor de su putrefacción obsesiva y paranoica.

La princesa, a pesar del desconsuelo, pudo constatar en carne propia “el beso de judas” experimentó con asombro la caricia llena de espinas, el abrazo de la traición, lo pusilánime que puede ser un ser humano. Pero decidió callar y alejarse, sin pensar que lo había perdido todo, sabía que sus ángeles la protegerían, solo se sentó a esperar que la verdad se hiciera presente. La verdad como arma letal, imponente y omnisciente. Confió en Dios, fuente de verdad inconmensurable. Ella sabía que siempre había trabajado por ello junto a su esposo, se dedicó a aprender a amar. Obviamente, no podía sentir amor por las brujas, pero tampoco sentía odio… solo asombro… lloró por la capacidad que tienen algunos seres humanos para hacer maldades. ¿Cómo es que dedican parte de sus vidas a hacer el mal? ¡Con lo difícil que será! ¿Por qué se obsesionan con una persona y solo quieren destruirla? ¿Creerán que todo el mundo es como ellas? Una maestra de amor instruyó a la princesa…

-Déjalas. Los ojos ciegos, solo ven oscuridad. Solo puedes esperar un mordisco de un perro rabioso.-Dijo-

La esposa recibió noticias de la bruja más joven, hasta en pueblos lejanos quiso inyectar ponzoña! Y envolvió a un supuesto amigo en telarañas, pero la princesa le entregó sin miramientos lo que pedía, con la sonrisa de quien ve un ignorante manejo, pero con dolor, por haber creído que un canario no podría ser nunca lechuzo.

Una noche se soñó junto a una de las arpías dentro de un carruaje tirado por caballos negros y blancos, la bruja se encontraba entumecida de miedo y ella en su lado opuesto, apartada de ella, a sus pies apareció arrodillado el príncipe, que extendió sus brazos hacia la princesa y se recostó en su pecho, como lo hacía siempre, la llorosa esposa lo asilo entre sus brazos, pensando que su amado, no sabía que estaba muerto, se sintió su madre cobijando su cara, sus ojos su pelo; él volvió a mirarla con esa devoción tan conocida pidiéndole que siguiera siendo madre, madre recién parida. ¡Era verdad! Como recién parida, tendría que proteger la cría. Protegerse ella misma que recién nacía a una vida diferente.

 Al mirar hacia el costado, la bruja le preguntó qué hacía, claro está, la maldad no puede experimentar la presencia del amor. Entonces sucedió que la princesa despertó de su sueño, tomó las armas de protección y salió de la choza donde dormía.

Todo el reino sabe que la guerra entre la maldad y la verdad, ya está ganada.

La princesa sabe que teniendo a su esposo entre sus huestes, las brujas terminarán envenenadas con la sabia que derraman sus propias verrugas inflamadas.

Desde entonces vive en sueños los abrazos de su esposo eterno.

Todos los días el eterno príncipe le envía mensajes de amor a su princesa…

 

Ése que fui, fue un sueño… un personaje… Yo soy!... eterno…

Desde muchas vidas estuvimos juntos… y estaremos juntos para siempre… en nuestro eternamor.

 

Y la princesa vive feliz por siempre con su amor eterno. Esperando el momento de poder vivir en otra vida junto a sus príncipes…

 

Mientras tanto… ella reza porque las que ahora toman el personaje de brujas, puedan ver la verdad algún día y aprendan que el amor es todo.

                   Gracias amigo, Ro… por el cuento.

 

¡Respiren amor, construyan amor, piensen con amor, trabajen para dar amor, es el arma más noble e indestructible!

¡Sean dignos, aún ante la injusticia, porque los justos acompañaran su camino! Y la gente buena abunda, afortunadamente.

Trabajen el desinterés, ayuden al desprotegido, crean en el amor…

Y vivirán en Dios… viviendo en Dios, nada les faltará.